Un dolor atraviesa los campos amarillos.
La memoria se alza como una nube eterna.
En el pajar rebrotan los juegos de los niños:
fantasmas que se azotan bajo la noche lenta.
Con varas de avellano tejían sus coronas.
La luna se ha dormido en sus ojos helados.
Es la hora del cierzo donde mueren aromas,
y ángeles, y lirios, y albores lejanos.
Un dolor atraviesa los campos amarillos.
Un dolor que derrama sus hojas sobre el agua.
Sé que, tras los mimbres lánguidos del río,
se escucha el grito eterno de las brasas.
Hogueras que se elevan con sus chispas crujientes;
cantos que se inician y que la vergüenza mata.
Los niños han venido y la corriente
hace entrechocar las hojas de sus barcas.
El invierno se acerca con su caballo dormido.
El tiempo galopa triste sobre rastrojos de escarcha.
La memoria se vuelve feroz. Y tengo frío.
Es la hora crepuscular donde el amor se marcha.
Un dolor atraviesa los campos amarillos.
Alfareros amasan la memoria de barro.
Tu recuerdo me viene y por eso te escribo,
como si ya no se hubieran pasado tantos años.
(Aparcería, 1996)
EL CORAZÓN ME SANGRA.
Endeble brilla el sol; suspira la mañana.
Derrama el monte un eco de esquilas y balidos.
Rebaños bajan lentos por entre las cañadas.
Se oyen, aún más lejos, las voces y silbidos
de tímidos pastores. Las místicas campanas
redoblan de nostalgia en mi corazón dormido.
Un grupo de palomas encalan con sus alas
el prado verde y malva por el que siempre camino.
Me siento aún más solo bajo esta triste mañana.
¿Por qué te amaré tanto; por qué nunca te olvido?
De rojo tengo el pecho. El corazón me sangra.
Escapa de mi voz el eco de un suspiro.
(Aparcería, 1996)
BÚRLATE
Búrlate de mi armazón de barro,
del relleno de momia altiva.
Búrlate de mi apariencia grotesca
de mi mano campesina,
de mi hablar castizo.
Búrlate de todo lo que tengo y lo que llevo,
de lo que dejé olvidado,
de lo que nunca obtuve.
Búrlate de mi fracaso, mi eterno fracaso,
Mi torpe educación,
mi gran incultura.
Búrlate de mis ojos asombrados
de mis ojos de liebre cohibida,
de mi ropa pasada de moda
de mi no saber estar
y no saber decir.
Búrlate de todo lo que soy
de mis ramas de encina
y mi tallo de avena.
Búrlate, diviértete en mí,
Pero no te rías de mi amor.
(12-02-1985, publicado en 2012 en el Noticiero Pradense)
***
Entre tu invierno y mi estío
hay dos razones:
la misma falta hace el frío
que las calores.
Por no quemarte
ya no busco tus besos;
aguardo el aire.
En un talle de tomillo
llevas el agua.
Tu madre te llama a gritos
para que vayas.
¡Ay! si tu madre
se olvidara del mundo
por una tarde.
Niñas de pecho en luna,
feliz estambre,
no cojáis aceitunas
en los zarzales.
En un olivo
he grabado tu nombre
con un cuchillo.
(1986. Noticiero Pradense.)
Prólogo escrito por Curro Pozo para la publicación de la edición especial del Cuaderno de Poesía "Prado Verso a Beso", 2016.
La obra poética de Salvador Velázquez es muy poco conocida en nuestro pueblo, sobre todo por aquellos que ahora tienen menos de cuarenta años. Recordemos que Salvador nos dejó el 6 de abril de 1997, en plena flor de la vida, con apenas 34 años. Hasta entonces sólo había publicado algunos de sus poemas en varias ediciones del Noticiero Pradense. En los últimos meses de su vida, sus amigos, a modo de regalo y homenaje, le publicaron el libro, “Aparcería” compartido con Jesús Sánchez Ibargüen. Una edición de tirada muy limitada que sólo poseen sus amigos y familiares.
Su poesía está llena de paisajes, de colores y sembrados. Su contacto cotidiano con el campo desde su niñez va enriqueciendo su lenguaje y se va reflejando continuamente en sus poemas. “Porque tú, amor, te enredas en mis días como el viento que agita los sembrados, como el musgo que verdea en los tejados, como noria que gira el agua fría”. Es una poesía romántica y apasionada, que canta al amor sin ningún tipo de complejos... “Tu nombre llevo escrito en la sed, en el iris, en el vaho de mi sangre”… y también al desamor. “Pero ya no te amo. Hubiera preferido no haberte visto nunca, no haberte jamás besado”. Y a la vez, la poesía de Salvador Velázquez es un grito desesperado de un joven Poeta soñador, al que la vida y la salud van abandonando irremediablemente. Esta desesperada circunstancia, como no podía ser de otra manera, también se va reflejando desgarradamente en sus últimos escritos, en la estremecedora carta que le dedica a su madre y en sus últimos poemas... “Hay un niño dentro de mí que me arrulla al oído palabras que dicen luz, temblor, agonías oceánicas”.
Desde el Ateneo Cultural Almajar hemos querido recordar a este gran POETA local que tan hermosos poemas nos dejó en el poco tiempo que estuvo entre nosotros. Dar a conocer su obra es nuestro compromiso con la Cultura y un pequeño homenaje a su recuerdo.
¡Va por ti!, querido amigo, Salvador, allá donde te encuentres…
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